Tao The King. Capítulo IX

Para mantenerse en la plenitud, ¡cuánto mejor detenerse a tiempo!
Si continúas afilando y usando la espada, no durará mucho tiempo su filo.
Si llenas tu casa de oro y jade, no podrás protegerla continuamente.
Si acumular riquezas y honores, sólo cosecharás calamidades.
Esta es la Ley del Cielo: ¡Retírate una vez realizada tu labor!

Nuestra sociedad está construida sobre un canto a la competición. El capitalismo gusta de estresarnos y con ello, en el fondo, sólo busca una ganancia cada vez mayor. Que las gentes no piensen, que no busquen su auténtico bienestar espiritual, su paz, su felicidad. Que no busquen el disfrute de lo sencillo, el conformarse prudentemente con lo que se tiene, cuando lo que se tiene responde a una realización humana equilibrada que nos satisface sin dejar de hacer una labor útil a los demás.
No, esta sociedad, esquizofrénica en muchos aspectos,  pide más; pide el explotarnos y esclavizarnos con el trabajo basura y con el pluri-multi-micro-empleo sumergido, si queremos sobrevivir.
Con todo esto, el gran capital deslocalizado y globalizado bebe nuestra sangre, nuestra tranquilidad y mata nuestro espíritu, al matar el tiempo necesario para que nos desarrollemos humano-espiritualmente.

4 comentarios en “Tao The King. Capítulo IX

  1. Interesante entrada, amigo, y es que estamos en una sociedad en la que parece si hubiéramos retrocedido, y ya hemos perdido hasta nuestros propios derechos, si queremos trabajar tenemos que aceptar esos contratos basura de jornada laboral con pocas horas que no dan para subsistir, y los grandes capitalistas cada vez nos hacen más minúsculos, y ellos cada vez más grandes y poderosos.

    Un beso.

  2. Sí, María, así es. Cada día es más escandaloso lo que pasa. Están introduciéndonos en una sociedad mundial esclavista y lo justifican todo con la crisis (que en cierta forma es verdad). Sin embargo crecen los beneficios de los grandes capitalistas y las ventas de toda clase de artículos de lujo no tiene problemas.

    Un abrazo.

  3. Todos esos velos no son más que nuestros pesados cuerpos: tanto el físico, como el emocional como nuestro cuerpo mental. Están muy llenos de egoísmo y de prejuicios que impiden ver ese sol resplandeciente, Olga.

    Un abrazo.

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