La verdadera y la falsa Gnosis

La Gnosis, la sabiduría original que orienta nuestra vida hacia la Vida Original, perdida, pero interiormente anhelada sin saberlo, endereza nuestro camino hacia La Patria Original. Esta Patria no se encuentra en este mundo aunque ciegamente tratamos de buscarla y construirla aquí; la Gnosis es un saber para ser vivido y no para poseerlo como conocimiento intelectual, aunque se transmita lo necesario para lograr esta Vida Original perdida.

Por otra parte la Gnosis no se revela a nadie de un modo completo sino sólo en la medida en que puede serle útil y puede asimilarla para la transfiguración: «no existe nadie a quien le haya sido revelada la Gnosis en su totalidad; quien dice saber no sabe, y quien conoce la Gnosis no habla.» El peligro está en que el hombre plenamente terreno, el hombre de las ambiciones, del egoísmo, y el materialismo; el hombre que no se contenta con nada, ambicionando siempre más y que no conoce o desprecia el auténtico fin de su vida, este hombre, emplearía este conocimiento para su mal y el de otros y no lo emplearía para para el Bien.

Quien ha comprendido algo del camino y anhela la Luz, actúa. Esta es la clave. Dios no puede ser engañado: «Bienaventurados los pobres de espíritu»,dice el Sermón de la Montaña. Es decir, profunda humildad intelectual, actuar, dar fruto más que parlotear.

Presento un fragmento del libro La Gnosis Universal,  JAN VAN Rijckenborg y Catharose de Petri.

Pertenece al Capítulo I, titulado LA VERDADERA GNOSIS Y LA FALSA GNOSIS.

«Cuando se lee un texto sobre la Gnosis (concepto que significa literalmente «conocimiento») o cuando se oye hablar de ella, se asocia generalmente este concepto al de «conocimiento escondido», y designamos con la acepción de «gnóstico» a todo lo que presenta un aspecto misterioso y, por lo tanto, escondido al hombre natural denso.
La Gnosis fue originalmente la síntesis de la sabiduría original, la suma de todo el conocimiento que orientaba de forma directa hacia la vida original divina. Esta vida original era como una ola de vida humano-divina no terrestre.
Los hierofantes de la Gnosis fueron -y todavía son- enviados del Reino Inmutable; aportaban la sabiduría divina a una humanidad extraviada, mostrando el único camino a todos aquellos que, en calidad de hijos perdidos, quisiesen regresar a la Patria Original.
Esta Gnosis, tal como la anunciaron los hierofantes-mensajeros, nunca fue plasmada en un libro, sino que era transmitida oralmente de instructor a alumno. No obstante, nadie debe suponer que esta transmisión oral de la Gnosis haya sido completa. Por una parte, existía un contacto con el grupo; y por otra, un contacto con el candidato mismo. En este doble contacto se tenía en cuenta minuciosamente el estado de ser del candidato, y sólo se revelaba al candidato lo que pudiera serle útil o necesario.
También podemos decir con certeza que en las regiones dialécticas no existe nadie a quien le haya sido revelada la Gnosis en su totalidad; quien dice saber no sabe, y quien conoce la Gnosis no habla. Ésta es una ley de los misterios universales que se hizo rigurosa desde el momento en que se impuso la necesidad de un orden natural dialéctico.
El hombre dialéctico, debido a su egocentrismo y a su conciencia separada del espíritu, tiene la propiedad característica de utilizar todo aquello que puede captar y asimilar, ya sea de un nivel elevado o inferior, para reforzar su propio estado. Por consiguiente, revelar la Gnosis a tales entidades no contribuiría a su salvación, sino a su perdición definitiva.
Por esta razón, la Gnosis jamás ha sido consignada en su plenitud, jamás ha sido transmitida oralmente en su totalidad; ya que hay muchos que, rápida y muy fácilmente, le darían una interpretación intelectual, llegando a provocar con ello un gran daño, tanto a sí mismos como a los demás.
Podemos comprender de esta manera que la revelación de la Gnosis es un proceso que se desarrolla al mismo ritmo en que el alumno avanza en el camino. La ley dialéctica: «primero saber, después actuar», sólo se puede aplicar aquí de manera muy limitada. Para ser capaz de poseer la Gnosis, para poderse acercar a la «esposa celeste», el alumno debe actuar primero.
Este actuar es hacer de cada paso un acto responsable e inteligente. Este acto inteligente se examina con gran cuidado. Los hierofantes nunca pueden ser engañados.
Un acto pseudo-inteligente es pura especulación en la que el yo se mantiene al acecho, agazapado en un rincón; un acto pseudo-inteligente no es más que una pose, y tal acto se desenmascara siempre.
¿Cómo puede un hombre, que anda a tientas en la oscuridad de la noche, llegar a este acto inteligente que abre el camino a la Gnosis?
Para ayudarle en esto, los hierofantes han venido hacia nosotros. Aunque la Gnosis no se revele, no obstante se habla y se escribe acerca de ella: «Porque Dios ha amado tanto al mundo que ha enviado a su Hijo unigénito, a fin de que todos los que crean en Él no perezcan, mas tengan vida eterna.»
El Hijo de la Luz es una realidad, y se trata de saber ahora si usted percibe algo de Él. Percibir algo de Él quiere decir ser tocado por Él; ser tocado por Él significa tener la posibilidad de un acto inteligente. ¡Esto es creer! Creer nunca significa adherirse a un sistema.
Los hierofantes de la Gnosis le hablan, por ejemplo, del desierto del Gobi y de la maravillosa vida en Shambhala. Ahora podría ocurrir que usted se precipitase inmediatamente a una biblioteca, con el propósito de informarse sobre el Gobi y sobre Shambhala, para estar al corriente de todo lo que se sabe al respecto. La característica de tal comportamiento es inevitablemente la de una actitud egocéntrica. La elaboración mental excluye cualquier posibilidad de contacto con la Gnosis.
Sin embargo, puede ser que usted perciba en su interior «la voz» al leer u oír algo sobre la Fraternidad de Shambhala (*). En este caso, la Gnosis se acerca a usted en concordancia con la pureza de su receptividad y con el acto espontáneo que de ello pueda resultar.
La Fraternidad no malgasta la más mínima partícula de energía.
Imagine que oyera decir de un instructor desconocido: «El camino que conduce a la luz es un camino de salud, de libertad y de alegría». Suponga que estas palabras sean pronunciadas en el templo del atrio de la Rosacruz. Un diamante se encuentra escondido en estas palabras y se observará con atención si usted se da cuenta de la radiación de esta joya y del efecto que su radiación produce en usted.
Por ejemplo, si usted estuviera enfermo se interesaría mucho por un camino que le llevara a la recuperación de la salud. Si por alguna circunstancia usted sufriera una dura privación de la libertad, un camino que le condujera a ella ejercería en usted un gran incentivo. Y si sufriera muchas penas y dificultades, evidentemente le atraería la posibilidad de lograr una felicidad verdadera y eterna. En tales condiciones, ¿percibiría usted el diamante escondido y podría notar su centelleo? ¿No sería su reacción más bien dialéctica? Se le atrapa, justamente, por su hambre y por sus ansias.
¿A quién le falta la luz? ¿Quién aspira a la luz universal como un alma que se consume de deseo, privada de todo, abandonada mortalmente? ¿Quién ama con cada fibra de su ser la fuente original de la luz? ¿Quién posee aún esta aspiración primordial de la unificación con Dios? ¿Quién vive en su interior la voz del salmista?: «Como la cierva que suspira ante las corrientes de agua, así mi alma suspira por Ti. ¡Oh Dios mío! Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo iré y apareceré ante la faz de Dios?» ¿Quién posee verdaderamente esta sed fundamental de Dios cuando le falta la salud, la libertad y la alegría?
Y, sin embargo, esto es lo que exige la Gnosis. Es en esta sed de luz donde se encuentra escondido el diamante centelleante. Con esta exigencia fundamental empieza la Gnosis, empieza el Sermón de la Montaña: «Bienaventurados los pobres de espíritu», es decir, bienaventurados quienes aspiran al espíritu, a la luz.»

6 comentarios en “La verdadera y la falsa Gnosis

  1. Hoy nos dejas, con este texto, la luz de la sabiduría, me parece muy interesante.

    Los humanos cada vez queremos poseer más y cuanto más tenemos yo pienso que mucho más infelices somos.

    La felicidad radica en disfrutar de los pequeños instantes, que son los que verdaderamente nos hacen más felices, porque el verdadero tesoro está en nuestro interior, no en las cosas materiales.

    Un beso.

  2. El ser humano no despierto se protege de alguna manera en los brazos del demonio para no perder
    su estabilidad fícticia.
    Nos hace falta de forma urgente el DISCERNIMIENTO.

    Un abrazo.

  3. He ahí una de las cosas tremendamente difícil de tener: discernimiento consciente. Fruto de la sabiduría interior ya realizada.

    En efecto, nos refugiamos en las fuerzas materiales ciegas y oscuras para no perder esa estabilidad ficticia.

    Gracias por el comentario y un abrazo, Olga.

  4. gracias por tu inspiracion, sólo sé que Amo al Padre y doy gracias a nuestro Señor Jesucristo por dármelo a conocer y me mostró el camino para volver a ÉL. Los Amo un beso.

  5. Gracias por el comentario, sara.

    Las energías eternas del Ser Crístico Universal que irradia en todo el Cosmos -y también en la «atmósfera» de los éteres originales no contaminados de nuestro Planeta- te sirva de inspiración para el camino interior sin imágenes o seres concretos personales.

    El yo ha de morir: «Si la semilla no cae en tierra y muere no da fruto». «Mi Reino no es de este mundo».

    Dice San Juan de la Cruz en «La noche oscura del alma»: «Para ir dónde no sabes (a Dios), has de ir por donde no sabes» (el camino del rendimiento del yo).

    Un abrazo.

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