El Libro de Mirdad: La Palabra creadora

Maravilloso libro que se comenta por sí mismo.

Una profundidad suma y una gran utilidad para la liberación si sabemos trabajar con él y aprovecharlo para morir a nuestro egoísmo, a nuestro yo.

La muerte del yo, no obstante, es la vida del Yo divino, ajeno este último también al denominado por ciertos esoterismos «yo superior».

Os dejo un fragmento de él titulado «La Palabra creadora».

LA PALABRA CREADORA

Velados están vuestros ojos con gran número de velos. Cada cosa sobre la cual lanzáis vuestro mirar es un velo. Sellados están vuestros labios con gran número de sellos. Cada palabra que pronunciáis es un sello.

Las cosas, sean cuales fueran sus formas y especies, son solamente velos y ataduras con que la Vida está atada y velada. ¿Cómo podrán vuestros ojos, que son en si mismo un velo y una atadura, llevaros a algo que no sea a las ataduras y velos?

¿Y las palabras? ¿No son ellas selladas por letras y sílabas? Como podrán vuestros labios, que son en si mismo sellos, balbucear algo que no sea sello?

Los ojos pueden velar, pero no pueden penetrar los velos.

Los labios pueden sellar, pero no pueden quebrar los sellos.

No les pidan nada más de lo que ellos pueden dar. Esa es la parte que les toca en la actividad del cuerpo y lo desempeñan bien. Para penetrar más allá de los velos necesitáis de otros ojos, no aquellos dotados de párpados y cejas, y para quebrar los sellos precisáis de otros labios y no aquellos de carne. Cierre, en primer lugar, correctamente, vuestros ojos, si quisieres ver correctamente las otras cosas. Si no ves y no hablas correctamente, nada más veréis sino a vosotros mismos y nada más pronunciareis sino a vosotros mismos. Si, pues, vuestro mundo es un enigma indescifrable, es porque vosotros mismos sois enigmas indescifrables. Y si vuestro hablar es una deplorable confusión, es porque sois esa deplorable confusión.

Deja las cosas como estas son y no os esforcéis para modificarlas. Porque estas parecen ser lo que parecen debido a vuestros pareceres. Si estas os hablaran ásperamente, atenta para vuestras lenguas. Si os parecen feas, busca la fealdad, en primero y último lugar, en vuestros propios ojos. No debéis pedir a las cosas que sean dispares de sus velos. Tirad vuestros propios velos, y ellas perderán los suyos.

La llave para remover los velos de si mismo y quebrar los propios sellos es una palabra que debéis traer eternamente presa en vuestros labios. Es la menor y la mayor de todas las palabras. Mirdad la denominó LA PALABRA CREADORA. «Yo», el monje, es la Palabra Creadora. Cuando dijeres yo, acrecienta, inmediatamente, en vuestros corazones: «Dios sea mi refugio contra la malignidad del yo y mi guía para la bienaventuranza del yo», pues en esa palabra, tan pequeña, está encerrada el alma de todas las otras palabras.

Vuestro yo nada más es de lo que vuestra conciencia de Ser, silenciosa e incorpórea, se hace sonora y corpórea. Es lo inaudible que se torna audible; lo invisible que se torna visible; la visión que os permite ver lo que no se ve; la audición que os permite oír lo que no se oye. Aunque tengáis presos vuestros ojos y vuestros oídos. Y si no ves con vuestros ojos y no oyes con vuestros oídos, nada veréis y nada oiréis. Basta que penséis yo, y un mar de pensamientos se agitará dentro de vuestras cabezas. Ese mar es una creación de vuestro yo, que es, al mismo tiempo, el pensador y el pensamiento. Si tienes pensamientos que apuñalan, que muerden o despedazan, quedad seguros de que solamente el yo-en-vosotros les de el puñal, los dientes o las garras.

Por el mero pronunciar yo, traéis a la vida una multitud de palabras, cada cual símbolo de una cosa; cada cosa, símbolo de un mundo; cada mundo, parte de un universo. Ese universo es creación de vuestro yo, el cual es, al mismo tiempo, el creador y la criatura. Si hubiera algunos duendes en vuestro universo, podéis estar seguros de que fue vuestro yo quien los creó. Conforme fuese vuestra conciencia, así será vuestro yo. Conforme fuese vuestro yo, así será vuestro mundo. Si vuestro yo fuera uno, vuestro mundo será uno; y vosotros tendréis la paz eterna con todas las huestes celestiales y los habitantes de la Tierra. Si vuestro yo fuera múltiple, vuestro mundo será múltiple; y estaréis en perpetúa guerra con vosotros mismos y con todas las criaturas de los dominios inmensurables de Dios.

El yo es el centro de vuestra vida de donde irradian las cosas que constituyen la totalidad de vuestro mundo y para el cual estas convergen. Si este fuera firme, vuestro mundo será firme, y no habrá fuerzas ni arriba ni abajo que os puedan desviar para la derecha o para la izquierda. Si fuese inestable, vuestro mundo será inestable; y seréis una hoja indefensa cogida por el terrible remolino del viento. Alerta! He ahí que vuestro mundo es firme, no hay duda, solamente, pero, en la inestabilidad. Y vuestro mundo es cierto únicamente en la incerteza. Y es constante vuestro mundo, pero tan solo en la inconstancia. Y vuestro mundo es uno, mas solamente en la multiplicidad.

El vuestro es un mundo en que las cunas se tornan sepulcros, y los sepulcros se tornan cunas; en que los días devoran las noches, y las noches vomitan días; de paz, declarando guerra, y de guerra, implorando paz; en que las sonrisas fluctúan sobre las lágrimas, y las lágrimas brillan en las sonrisas. El vuestro es un mundo en constante trabajo de parto, en que la partera es la Muerte. El vuestro es un mundo dividido contra si mismo, porque vuestro yo está así dividido.

El vuestro es un mundo de barreras y de cercas, porque vuestro yo es una de esas barreras y cercas. Este pone una cerca para que aquello que le es extraño no entre, y establece otra para aquello que le es afín no salga. En tanto, lo que está fuera de la cerca no puede pasar para el lado de dentro, y lo que está dentro no puede pasar para fuera, pues siendo ambos prole de la misma madre – y también vuestro yo – no pueden ser separados. Y Uds. en vez de regocijarse con su feliz unión, tornan a continuar el infructífero trabajo de separar lo inseparable. En vez de establecer la división de vuestro yo, despedazan la vida en esa tentativa de intentar separar aquello que piensan ser vuestro yo de aquello que juzgan no ser vuestro yo. He ahí porque las palabras de los hombres son embebidas en veneno. He aquí porque sus días son ebrios de tristeza. He ahí porque son sus noches tan atormentadas por el dolor.

Mirdad, el monje, establecerá la división en vuestro yo para que podáis vivir en paz con vosotros mismos, con todos los hombres y con todo el universo.

Mirdad extraerá el veneno de vuestro yo para que podáis probar las dulzuras de la Comprensión.

Mirdad os enseñará la pesadez de vuestro yo para que conozcáis la alegría del PERFECTO EQUILIBRIO.

3 comentarios en “El Libro de Mirdad: La Palabra creadora

  1. Gracias por esa sensibilidad exquisita de Mirdad… en ese espejo están todos los pensamientos, todos los sentimientos, todos los frutos.

    Feliz Navidad Juan y que el año 2013 sea parte del sueño divino de la humanidad.

    Un abrazo.

  2. Gracias, Olga; sí, creo que este libro es de una sensibilidad sublime.

    Igualmente, feliz Navidad y que este nuevo año nos vaya introduciendo en ese Reino divino que, a pesar de «no ser de este mundo», se realiza en medio de él.

    Un fuerte abrazo.

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