De un año relativamente tan alejado como 1944 (¡La vida siempre la misma!, ¡El hombre siempre el mismo…!) nos llega un bellísimo texto que deseo comunicar. Todos somos insensatos en la medida que despreciamos la verdadera sabiduría, paz y felicidad por las migajas opacas y densas de apenas triste sensualidad que pueda ofrecernos la realidad sensible.