Es demasiado, quizás, atreverse a comentar unas palabras tan sublimes como las que se contienen en esta primera Carta a los Corintios de Pablo.
Me atrevería a glosar estas palabras del modo que sigue; naturalmente, si no consigo expresar el sentido de las mismas, me atengo por completo al espíritu del sentido profundísimo que trató de transmitir este gran iniciado: