A lo largo de nuestra vida, todos hemos experimentado que casi nunca estamos preparados para los cambios cuando los mismos significan pérdidas, desgarros, sufrimientos y, sobre todo, no estamos preparados para la muerte; es muy humano.
Todas estas cosas suponen arrancar un trozo del yo. Todas las pérdidas dolorosas suponen un desgarro de nuestro yo, de nuestra personalidad.