Nadie debería hablar de aquello de lo que no tiene algún tipo de experiencia o evidencia.
Para saber qué quiere decir esta afirmación es necesario distinguir entre «conocer» y «saber».
Puedo hablar de un sentimiento determinado -conocerlo intelectualmente-, pero no podré conocerlo de verdad, «saber sobre él», si no lo experimento, si no lo siento plenamente. Tampoco puedo saber de verdad lo que es el color por mucho que se me hable de él y se me describa si soy ciego de nacimiento.