No podemos acercarnos a la Sabiduría viviente y vibrante si antes no hemos sido preparados por la vida mediante desengaños, sufrimientos. Esta preparación no es más que la profunda comprensión y constatación de que, en sí misma, la vida, el mundo, no tiene sentido por sí mismo. Por tanto, el siguiente paso es intentar descubrir dónde reside su sentido.