El filósofo griego Platón, igual que otros verdaderos sabios e iniciados, intentó transmitir las verdades esenciales y universales de todos los tiempos.El hombre es un ser en constante evolución desde la materia y animalidad -pasando por distintas fases en la formación de la consciencia- hacia el verdadero objetivo, el despertar de la consciencia espiritual.Estos desarrollos de la evolución del cuerpo mental de la humanidad vivieron un episodio trascendental hace aproximadamente 2.600 años en la época de Lao Tse, Buda, Pitágoras y los presocráticos en Grecia, dando lugar al paso desde mundo de las creencias al mundo de las Ideas y de la Razón.Lo singular de toda la obra de Platón es que, aún colaborando en este salto evolutivo de la mente inferior, también nos propone despertar la Mente Superior dirigida, no por la luz del Ego, sino por la luz del Alma, luz que se fundamenta el el Universo Absoluto o Mundo de las Ideas. Esta fuerza despertaría en nosotros el Ser Verdadero y la Razón Divina.Esto se encuentra perfectamente reflejado en el Mito de la Caverna perteneciente a su obra La República.Este mito pone de manifiesto el estado en que se halla nuestra naturaleza en relación al conocimiento de la verdad o a la ignorancia de la misma. Un buscador, una persona inquieta por su vida y por la realidad que le rodea podría realizarse varias preguntas: ¿Qué es la verdad? ¿Existe una verdad independiente de las mentalidades, culturas y las razas? ¿Existe una verdad que pueda unificar los puntos de vista religiosos, filosóficos y científicos enfrentados en la vida? ¿No estamos aferrados a las costumbres, opiniones y creencias dándolos por ciertos sin suficiente estudio y análisis? Platón, en concordancia con la Sabiduría Universal, establece dos niveles fundamentales en el conocimiento, el de la Doxa u opinión y el de la Episteme o Ciencia, dividiendo cada uno de ellos en otros dos. Resultan así cuatro estados diferentes de nuestro entendimiento y de la realidad que percibimos con ellos: Eikasía, Pistis, Dianoia y Noesis. Así, el prisionero en el mito va ascendiendo por ellos a medida que trata de salir de la caverna. Esta caverna representa alegóricamente a cualquier persona que siente inquietud o insatisfacción.La caverna, en clave iniciática, simboliza el estado de nuestro yo con sus múltiples facetas tal como lo experimentamos cuando falta un conocimiento especial que nos ayude a trabajar en pos de un desarrollo consciente. Este yo, la personalidad, es conducida mecánicamente en la vida más bien que conducirse él a sí mismo consciente y libremente. En este sentido, el origen de un trabajo consciente sobre uno mismo, es el darse cuenta de un estado insatisfactorio del yo (las cadenas) para poder comenzar a librarse de ellas. De no ser plenamente conscientes de nosotros mismos ni de la Realidad en sí. El trabajo por la Liberación (el Reino de los cielos, el Nirvana o como quiera lo llamemos) necesita apoyarse en algo más profundo que los saberes que nos llevan a ser personas eficientes, honradas y cumplidoras de sus deberes en la vida, sino que es a partir de aquí donde comienza el Camino, la búsqueda de aquello a lo que aspiraban Manes, Hermes, Buda Jesús y otros.Por otra parte, la verdadera iniciación es auto-iniciación.La libertad y el esfuerzo propios son los que de verdad llevan a conseguir la meta si bien existe siempre un enviado del Reino Original que abre al principio el Camino.Volviendo al mito de la Caverna, vemos que los «prisioneros» sólo puede tener conjeturas de la realidad. Esto es la Eikasia. El prisionero no tiene experiencia directa de ninguna clase sino sólo lo que oye que le cuentan los porteadores y las sombras que ven reflejadas en la pared de la cueva. Es como si alguno quisiera hacer operaciones de cirugía neurológica sólo por lo que alguien le ha explicado sobre ella.Desde el fuego hasta la puerta de la caverna representa simbólicamente la Pistis, es decir, las opiniones de la mente corriente. Son las experiencias directas de las cosas pero aún sin ciencia. En Platón que habla de la Iniciación sólo existe verdadera Ciencia cuando se conoce lo Inmutable, lo eterno, no lo sensible o cambiante que ahora es y luego deja de ser para ser otra cosa.La tarea para alcanzar la liberación, la conciencia de las realidades eternas frente a las realidades cambiantes de la Caverna, consiste en volvernos y caminar hacia fuera de la misma, como plantea el mito, para buscar la luz de la sabiduría en el mundo divino más allá de la cueva, el Mundo de las Ideas, como realidades perfectas y eternas. Sin embargo, al principio, este nuevo saber superior nos deslumbra; es la luz plena a la que no estamos acostumbrados por haber estado en el interior de la caverna. Esa luz superior no puede por menos que cegar en gran parte al sentido interior mantenido en la tiniebla (la Eikasia y la Pistis). Es decir, tener creencias u opiniones. Pero cuando el antiguo prisionero en camino de liberación sale de la cueva al Mundo Inteligible, experimenta el conocimiento del Ser, de lo Universal, de la Esencia, de aquello que no está sometido a las fluctuaciones y cambios de los seres sensibles, pero al principio sólo como imágenes de las Ideas eternas (Platón habla de los saberes lógicos y matemáticos) que corresponden a la razón discursiva o Dianoia. La Noesis, al final del Camino, representa la contemplación directa de las entidades eternas o Ideas Divinas con su idea suprema, la idea de Bien. Por tanto, la mente abstracta, discursiva, la Dianoia, es necesaria para el ascenso a lo Supremo, La Noesis. Aquí el liberado se encuentra ya en el Mundo Original del alma, el mundo de donde originalmente procedía. De la interpretación del mito de la Caverna se deduce que la ignorancia de la verdadera Sabiduría referente a QUIENES SOMOS, DE DÓNDE VENIMOS Y HACIA DÓNDE VAMOS, nos hace perpetuarnos en ese ámbito de la conciencia que es la tendencia a creer que las realidades sensibles o materiales son la única realidad. Esta actitud de identificación con la vida, el APEGO, (que no es auténtico amor impersonal) estas posturas preconcebidas y cristalizadas del yo individual y colectivo, impiden la entrada en la conciencia de la auténtica sabiduría. ¡Qué distinta la iluminación después de un tiempo de «ascensión» en la práctica de la sabiduría virtuosa.