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¿Cree en Dios Krishnamurti?

Cuando se lee por primera vez a Krishnamurti, nos quedamos algo confusos respecto a la cuestión de si el autor cree o no en Dios. Para intentar aclarar esto un poco diremos primeramente que lo que aparece a la mente cuando en ella se representa el significado de una palabra es un sonido, una imagen asociada en la memoria a algún tipo de información. No aparece el ser la cosa a que se refiere esa palabra. La mente capta ese significado el cual está ligado o condicionado por todo aquello que a lo largo del tiempo hemos experimentado y unido a esa palabra. Pero la mente permanece ajena al ser a que se refiere la palabra. El ser no está ahí. En la cabeza sólo hay un sonido y una imagen a lo sumo.

Dice Krishnamurti: «¿qué es la realidad, qué es Dios? Dios no es la palabra, la palabra no es la cosa. Para conocer aquello que es inconmensurable, que no pertenece al tiempo, la mente debe estar libre del tiempo, lo cual significa que la mente debe estar libre de todo pensamiento, de todas las ideas acerca de Dios. ¿Qué sabéis acerca de Dios o de la verdad? Vosotros, de hecho, nada sabéis acerca de esa realidad. Todo lo que conocéis son palabras, las experiencias de otros o algunos momentos de experiencias propias más bien vagas. Eso, por cierto, no es Dios, no es la realidad; «

Es decir, la palabra «Dios» no es Dios, al igual que la palabra «casa» no es la casa. Tampoco la idea de dios es Dios, como la idea de «casa» no es la casa. La idea de Dios es sólo una forma mental, nunca la realidad Infinita, el Ser originario de todas las cosas, el Ser omnipresente, omniabarcante.

«Para conocer aquello que está más allá del tiempo, – sigue diciendo Krishnamurti- el proceso del tiempo debe ser comprendido; y el tiempo es pensamiento, el proceso de llegar a ser algo, la acumulación de conocimientos. Eso es todo el trasfondo de la mente; la mente misma es el trasfondo, tanto la consciente como la inconsciente, la colectiva y la individual. La mente, pues, debe estar libre de lo conocido, lo cual significa que la mente debe estar en completo silencio, no forzada al silencio. La mente que logra el silencio como un resultado, como consecuencia de una acción determinada, de la práctica, de la disciplina, no es una mente silenciosa.”

Esto supone que sin pensamiento, sin memoria, no puede haber un antes ni un después. Sencillamente porque no podemos reconocer aquello que llega a los sentidos, no podemos compararlo con algo experimentado antes. Por tanto no hay antes ni después, ni siquiera hay reconocimiento: Veo, pero sin memoria no sé lo que veo. El tiempo es enmarcar en algo anterior, ya conocido, comparar con otras cosas que recuerdo haber visto antes.

Sigue diciéndonos Krishnamurti: “Puede que durante un lapso consigáis forzar la mente a estar superficialmente en silencio, pero una mente así no es una mente serena. La serenidad sólo ocurre cuando comprendéis el proceso del pensamiento en su totalidad, porque comprender el proceso es darle fin, y al cesar el proceso del pensamiento empieza el silencio. Sólo cuando la mente está en completo silencio, no únicamente en el nivel superior sino fundamentalmente, en su totalidad, tanto en el nivel superficial como en los más profundos de la conciencia, tan sólo entonces puede advenir lo desconocido. Lo desconocido no es algo que la mente haya de experimentar; el silencio solamente puede ser experimentado, nada más que el silencio. Si la mente experimenta algo que no sea el silencio, no hace más que proyectar sus propios deseos; y una mente así no está en silencio. Por lo tanto Dios, o la verdad, o lo que os plazca, es algo que adviene de instante en instante; y ello ocurre únicamente en un estado de libertad y espontaneidad, no cuando la mente está disciplinada de acuerdo con una norma. Dios no es cosa de la mente, no surge mediante la proyección de uno mismo; sólo adviene cuando hay virtud, es decir, libertad. La virtud es enfrentarse con el hecho de lo que es, y el enfrentarse con el hecho es un estado de bienaventuranza. Sólo cuando la mente está dichosa, serena, sin ningún movimiento de ella misma, sin la proyección del pensamiento, consciente o inconsciente, sólo entonces adviene lo eterno.»


Krishnamurti; La Libertad Primera y Última, Preguntas y Respuestas, 16, La Creencia en Dios.