Tres piadosos egoístas

 

¿Cómo comprender que personas entregadas a algo que se considera bueno puedan ser crueles? Los sutiles pero potentes defectos y vicios -del espíritu en este caso, que no tanto los groseros vicios del cuerpo-, pueden perseguir al ser humano incluso en grados aparentemente elevados de nuestra lucha por la liberación o por la santidad -no importa demasiado la denominación que demos al proceso de Iniciación en sus diversos grados.

La dureza de corazón y la intolerancia del sentirse superiores; la obsesión por un ideal futuro que impide amar y estar presente en el ahora; el pensar, aceptar y realizar violencia para obtener fines buenos cayendo con esto en la contradicción de realizar el mal persiguiendo un bien futuro. En resumen, la ambición de futuros estados ideales propios o de grupo por la cual se sacrifica el presente del auténtico Amor real al fanatismo cruel que residencia el odio en el corazón propio y el ajeno. Todas estas son trampas a las cuales debemos estar atentos también hoy.

El texto se entiende muy bien por sí mismo si se medita un poco sobre él con interés, por eso no es quizás necesario ni conveniente que lo comente más allá de las presente palabras.

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«El otro día vinieron a verme tres devotos egoístas. El primero era un sanyasi, un hombre que había renunciado al mundo; el segundo era un orientalista que creía firmemente en la fraternidad; y el tercero era un convicto forjador de una maravillosa utopía. Cada uno de los tres luchaba con ardor por su propia obra y miraba con desdén las actitudes y actividades de los otros. Cada uno se afirmaba en su propia convicción, se sentía ardientemente apegado a su forma particular de creencia, y los tres, por extraño que parezca, eran crueles.

Me dijeron, especialmente el utopista, que estaban dispuestos a negarse o sacrificarse a sí mismos y a sus amigos por aquello en que creían. Parecían humildes y suaves, particularmente el hombre de la fraternidad, pero había en ellos dureza de corazón y esa peculiar intolerancia que es característica del superior. Eran los escogidos, los intérpretes; sabían y estaban seguros.
En el transcurso de una seria conversación, el sanyasi dijo que estaba preparándose para su próxima vida.

Esta vida, declaró, tenía muy poco que ofrecerle, pues él había visto a través de todas las ilusiones mundanas y había abandonado los caminos del mundo. Tenía algunas debilidades personales y cierta dificultad para concentrarse, añadió, pero en su próxima vida alcanzaría el ideal que había fijado para sí mismo.

Todo su interés y vitalidad reposaban en su convicción de que iba a ser algo en su próxima vida. Conversamos un buen rato, y su énfasis estaba siempre en el mañana, en el futuro. Dijo que el pasado existía, pero siempre en relación al futuro. Dijo que él era más que un pasaje al futuro, y el hoy interesaba únicamente por el mañana. Si no hubiera mañana, preguntó, ¿para qué esforzarse? Valdría lo mismo vegetar o ser como la apacible vaca.

Toda la vida era un continuo movimiento del pasado hacia el futuro a través del momentáneo presente.

Debemos usar el presente, dijo, para ser algo en el futuro: para ser sabios, para ser fuertes, para ser compasivos.

Tanto el presente como el futuro eran transitorios, pero mañana la fruta estará madura. Insistió en que el hoy no es más que un peldaño y que no deberíamos estar demasiado ansiosos o demasiado particularizados con él; debemos mantener claro el ideal del mañana y tratar de hacer la jornada con éxito. En síntesis, el presente le causaba impaciencia.

El hombre de la fraternidad era más instruido, y su lenguaje más poético; era experto en el manejo de las palabras, y completamente suave y convincente. También había esculpido un nicho divino para sí en el futuro.

Tenía que ser algo. Esta idea le llenaba el corazón, y había reunido discípulos para ese futuro. La muerte, dijo, era una cosa hermosa, porque nos aproxima a ese nicho divino que hacía posible para él vivir en este triste y feo mundo.

Sostenía la necesidad de cambiar y embellecer el mundo, y trabajaba con ardor por la fraternidad humana.

Consideraba que la ambición, con su secuela de crueldades y corrupciones, era inevitable en un mundo en el que es preciso hacer las cosas; y que por desgracia, si uno deseaba realizar ciertas actividades organizativas, tenía que ser un poco severo. La obra era importante porque estaba ayudando a la humanidad, y cualquiera que se opusiese tenía que ser separado —suavemente, por supuesto. Para ese trabajo la organización era de la mayor importancia y no debía ser estorbada. ‘Otros tienen sus senderos’, dijo, ‘pero el nuestro es esencial y quienquiera que se nos interponga no es de los nuestros’.

El utopista era una extraña mezcla de idealista y de hombre práctico. Su Biblia no era la antigua sino la nueva. Creía en la nueva implícitamente. Conocía de antemano el desarrollo del futuro, pues el nuevo libro lo predecía.

Su plan era confundir, organizar y realizar. El presente, dijo, está corrompido, debe ser destruido, y fuera de esta destrucción lo nuevo debe construirse. El presente tenía que ser sacrificado por el futuro. El hombre futuro era lo que importaba, no el hombre presente.

‘Nosotros sabemos cómo crear ese hombre futuro’, dijo, ‘podemos plasmar su mente y corazón; pero necesitamos llegar al poder para hacer algo bueno. Estamos dispuestos a sacrificarnos y a sacrificar a otros para traer un nuevo orden. Mataremos a cualquiera que se interponga en el camino, pues los medios carecen de importancia; el fin justifica los medios’.

Para la paz final, cualquier forma de violencia podía ser usada; para la final libertad individual, la tiranía en el presente era inevitable. ‘Cuando tengamos el poder en nuestras manos’, declaró, ‘emplearemos toda forma de compulsión para hacer posible un nuevo mundo sin distinciones de clase, sin sacerdotes. Nunca nos apartaremos de nuestra tesis central, estaremos fijos ahí, pero nuestra estrategia y nuestras tácticas variarán de acuerdo con las cambiantes circunstancias. Planeamos, organizamos y actuamos para destruir al hombre presente en aras del hombre futuro’.

El sannyasi, el hombre de la fraternidad y el utopista, viven todos para el mañana, para el futuro. No son ambiciosos en el sentido mundano, no desean altos honores, riquezas o reconocimiento, pero son ambiciosos en una forma mucho más sutil. El utopista se ha identificado como un grupo que, según piensa, tendrá el poder de reorientar al mundo; el hombre de la fraternidad aspira a ser exaltado, y el sannyasi a alcanzar su meta. Todos están preocupados con su propio devenir, con su propia realización y expansión. No ven que ese deseo niega la paz, la fraternidad y la suprema felicidad.

La ambición en cualquier forma —para el grupo, para la salvación individual o para la realización espiritual— es acción postergada. El deseo es siempre del futuro; el deseo de llegar a ser es inacción en el presente. El ahora tiene más importancia que el mañana. En el ahora está todo el tiempo, y comprender el ahora es estar libre del tiempo. El devenir es la continuación del tiempo, del dolor. Devenir no contiene ser. Ser es siempre en el presente, y ser es la forma más elevada de transformación. Devenir es mera continuidad modificada, y sólo hay transformación radical en el presente, en ser.»

COMENTARIOS SOBRE EL VIVIR. Primera serie del libro de notas. J. KRISHNAMURTI

8 comentarios en “Tres piadosos egoístas

  1. Sanyassí..
    Fraternidad…
    Utopía…
    siempre, siempre, siempre en el momento presente,
    de lo contrario sólo son ideas vagas que más entierran el alma que la resucitan.
    La humildad de mente y corazón en sagrado matrimonio aquí y ahora es la única meta.

    Un fuerte abrazo.
    Gracias.

  2. Desde el presente, siempre desde el hoy, porque el mañana no existe, pero con amor, paz, y libertad para seguir el camino, sin hacer daño a los demás, y siempre respetando al prójimo, pero los seres humanos somos egoístas por naturaleza.

    Siempre tus textos son muy interesantes, gracias por compartirlos.

    Un beso.

  3. Gracias, María.

    Es una gran verdad que nos resulta tremendamente difícil dejar de ser egoístas. Esta es la gran batalla. Lo que dices es la solución: «amor, paz y libertad» «sin hacer daño a los demás, y siempre respetando al prójimo.»

    Un fuerte abrazo.

  4. Y otro error sería caer en la tentación de abandonar y despreciar el mundo tal y como está, porque molesta para unos objetivos. El mundo es como es y hay que caminar en ese contexto, tratando de mejorarlo. Cada uno donde le toca en la vida que le toca.

  5. Muy sabio. La persona auténtica que intenta el camino de la sinceridad interior y el desarrollo consciente de amor y sabiduría, no abandona el mundo. Lucha en el mundo por el bien de todos ya que tiene claro que todos somos hermanos y formamos parte de la Gran Unidad.

  6. Nosotros somos esos tres piadosos egoístas y, muchas veces somos más egoístas que piadosos y creemos que el otro está mal por vivir en el pasado o aquel que vive para el futuro. No podemos saber si están equivocados sólo podemos «darnos cuenta», habrá quien tenga argumentos contra vivir el presente pero no deja de argumentar en el presente ya que es lo único que podemos percibir como realidad. Gracias, estas publicaciones y los comentarios me hacen «darme cuenta», hacer consciencia de lo que soy.

  7. Gracias por el comentario, eugenio.

    La expansión de la consciencia o iniciaciones es un tema tan dificil como puede serlo una evolución que no es la de los tres mundos corrientes de nuestra vida corriente (tampoco los excluye): el físico, el emocional y el mental inferior. Se trata de la intuición, de la sabiduría, del alma, de aquello que está más allá de las palabras y de los métodos aunque esto no quita que pueda existir un cierto método. En efecto lo que no debemos hacer jamás es cristalizarnos en el egoísmo, en el enjuiciar, en endiosarnos y creernos en camino de perfección. Incluso alguien equivocado a nuestro juicio es posible que no tenga más remedio que pasar por una determinada experiencia antes de tomar conciencia de algo. Es posible que no haya conseguido otro modo de madurar, progresar o como queramos llamarlo, lo cual no quita que deba esforzarse o que deba pagar con un cierto karma su error.

    Profundo comentario. Bienvenido al blog.

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