Las palabras que siguen parecen pensadas para ser dichas y ser oídas hoy y, sin embargo, datan de hace algunos milenios. Son de antes de nuestra era cristiana; pertenecen a las obras del legendario Hermes Trismegisto.
Los que las oyeron entonces -como los que hoy puedan leerlas- quizás hicieron o harán poco caso de ellas.
No se dirigen, desde luego, al ser humano demasiado terrestre -un tipo de hombre absorbido por la materia y sus mil preocupaciones que sólo llevan al sometimiento a la ley de la rueda sin fin-. Este tipo de persona no está preparado en lo más mínimo para comprenderlas, normalmente, y mucho menos para seguirlas. No ya por su falta de cultura o saberes sino por este su materialismo rampante.
Otros, desviados por falsas espiritualidades deudoras de fines también terrestres -como simples técnicas para desviar preocupaciones, calmar nuestro miedo a la muerte o, incluso, para intentar adquirir ciertos poderes o riquezas-, también huirán de estas palabras por considerarlas demasiado utópicas o lejanas a la pretendida sabiduría que ellos profesan: unas creencias que no comprometen a nada sino que potencian el egoísmo y la cristalización del yo.
Otros por fin, quizás capten algo en ellas y piensen en seguir en la medida de sus fuerzas este camino con sinceridad y en la práctica vital diaria.
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LA GNOSIS EGIPCIA ORIGINAL
Y SU LLAMADA EN EL ETERNO PRESENTE
DIFUNDIDA Y EXPLICADA DE NUEVO
SEGÚN
LA TABLA ESMERALDA Y EL CORPUS HERMETICUM
DE
HERMES TRISMEGISTOS
por
J. VAN RIJCKENBORGH
SEGUNDO TOMO
I
Tercer Libro
El mayor mal de los hombres es que no conocen a Dios
1. ¿Hacia dónde corréis, oh hombres, ofuscados por haberos embriagado con palabras vacías de Gnosis, con palabras de total ignorancia, a las que ya no soportáis y vomitáis?
2. ¡Deteneos, volveos sobrios: mirad de nuevo con los ojos del corazón! Y si no todos podéis, al menos los que seáis capaces. Pues el azote de la ignorancia cubre toda la Tierra, abate al alma que está prisionera del cuerpo y le impide entrar en el puerto de la salvación.
3. No os dejéis arrastrar por la violencia de la corriente, sino que quienes podáis alcanzar el puerto de la salvación, utilizad la contracorriente para entrar en él.
4. Buscad a Aquél que os llevará de la mano y os guiará hacia las puertas de la Gnosis, donde brilla la clara luz en la que no hay tinieblas; donde nadie está ebrio, sino que todos están lúcidos y elevan la mirada del corazón hacia Aquél que quiere ser conocido.
5. Pero sabedlo bien: nadie puede oír su voz ni pronunciar su nombre, ni tampoco los ojos de la carne pueden contemplarle. Sólo el alma-espíritu es capaz de hacerlo.
6. Por lo tanto, rasgad primero las vestiduras que lleváis: tejidas de ignorancia, causa de calamidades, cadenas de corrupción, prisión tenebrosa, muerte viviente, cadáver dotado de sentidos, tumba que lleváis con vosotros, saqueador que habita en vuestro interior, que por lo que ama os muestra su odio y por lo que odia os envidia.
7. Tal vestido hostil que os envuelve y os asfixia, os atrae abajo hacia él para que, ya no viendo, no podáis contemplar la belleza de la verdad y del bien contenido en ella, y así no odiéis su malicia ni descubráis sus tretas y vilezas.
8. Pues él insensibiliza vuestros sentidos, encerrándoos en una sobreabundancia de materia y colmándoos de delicias impías, para que no podáis oír lo que tanto necesitáis oír y no veáis lo que tanto necesitáis ver.
Jan Van rijckenborgh, La gnosis egipcia original, segundo tomo. Tercer Libro. Fundación Rosacruz, Zaragoza, España, año 2002, páginas 22-23.
LLevamos tantas càpas encima, tantas cadenas que nos arrastran que mientras no seamos capaces de rasgar y cortar dejando que todo se esfume, no conoceremos ni veremos a Dios que está en nosotros mismos y en todas partes.
La sencilléz de corazón es tan sencilla que por miedo le ponemos velo.
Un abrazo grande.
Gracias.
Sí, Olga, nada puedo añadir a lo que dices; sólo la humildad de intentar hacer lo que decimos y que tan difícil es.
Un fuerte abrazo.
No podemos negar que todos tenemos sentimientos duales, unas veces, son negativos, y otros positivos, todos nos equivocamos, y algunas veces, podemos sentir rencor y no perdonamos, mientras que otras veces, somos más humildes, pero todos pecamos, nadie se salva en esta vida, y sino el que crea que es todo bondad que tire la primera piedra.
Siempre nos dejas unos grandes mensajes, amigo Juan, muchas gracias, por tanta sabiduría compartida.
Un beso.
Estoy muy de acuerdo, María, somos plenamente terrestres y el gran Trabajo es morir poco a poco a ese yo perdido en la separatividad y la materia, por decirlo de algún modo, y nacer a la luz plena del espíritu.
Muchas gracias a tí, María.
Un fuerte abrazo.