Cuando nuestra mente percibe el estado de lo que hay en nosotros sin rechazarlo y sin identificarse ciegamente con ello sino que simplemente percibe lo que es, lo que hay en nosotros, lo que somos en ese momento, este acto de percepción no deja huellas en la memoria. Este paso (acto de percepción) es el último paso. El tiempo no nos persigue desde el pasado para determinar el futuro. El tiempo cesa. En la percepción pura somos libres para vivir la siguiente percepción que será también -si la vivenciamos de esta manera- un último paso sin huella, sin traumas, sin tensiones; una percepción liberadora.
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