Como ejemplo de la esencial coincidencia profunda de las enseñanzas que la humanidad posee en su haber, voy a exponer tres textos que tratan un mismo tema: Sólo cuando vamos más allá del pensamiento discursivo o del intelecto que tanto apreciamos, puede percibirse una sabiduría sin palabras que nos revela todo y nos proporciona una felicidad sin nombre y sin descripción posible.
El primero pertenece a la sabiduría tolteca que nos transmitió Carlos Castaneda, fruto de su iniciación con un indio yaqui llamado Don Juan Matus. El segundo pertenece a la enseñanza de un gran maestro de nuestros tiempos, Jiddu Krishnamurti. El tercero es una expresión de la la enseñanza del Maestro Tibetano expuesta en los libros de Alice Bailey.
«El conocimiento silencioso fue una faceta entera en la vida y actividades de los chamanes o brujos que vivieron en México en
tiempos antiguos. De acuerdo con don Juan Matus, el maestro chamán que me introdujo al mundo cognoscitivo de los chamanes, el conocimiento silencioso era el resultado más codiciado por ellos, y lo buscaban a través de cada una de sus acciones y pensamientos.
Don Juan definió el conocimiento silencioso como un estado de la conciencia humana en el que todo lo que es pertinente al hombre es instantáneamente revelado, no a la mente o al intelecto, sino al ser total. Explicó que existe una banda de energía en el universo que los chamanes llaman la banda del hombre, y que dicha banda está presente en los seres humanos. […], la banda del hombre es un borde de luminosidad compacta que corta transversalmente la esfera luminosa en un ángulo de izquierda a derecha. […]. El conocimiento silencioso, explicó don Juan, es la interacción de energía dentro de esa banda, una interacción que es instantáneamente obvia para el chamán que ha logrado alcanzar el silencio interno.» (Carlos Castaneda: El Conocimiento silencioso, Primera Edición, Cleargreen, Incorporated, Los Angeles, CA. Introducción.)
«Meditar es trascender el tiempo. El tiempo es la distancia que el pensamiento recorre en la concepción de sus deseos, y este viaje se realiza siempre a lo largo de la vieja carretera, recubierta cada vez con una nueva capa de asfalto, con nuevos pasisajes, pero siempre es el mismo camino que no conduce a ninguna parte, salvo a sufrimiento y a la tristeza.
La verdad deja de ser una abstracción sólo cuando la mente trasciende el tiempo, entonces la dicha no es una idea derivada del placer, sino una realidad no verbal. […]. Aquello que está fuera del tiempo es lo eterno.» (Jiddu Krishnamurti, La Mente en meditación. Meditar es trascender el tiempo. Editorial Kairós, 2009. página 159.)
El tercer requisito es obediencia al Maestro. No es una obediencia servil a los mandatos de algún supuesto Instructor o Maestro, que actúa misteriosamente detrás de la escena, como pretenden tantas escuelas de esoterismo. Es mucho más sencillo. El Maestro real, que reclama nuestra atención y la consiguiente obediencia, es el Maestro en el Corazón, el alma, el Cristo interno. Este Maestro hace sentir Su presencia, primeramente por medio de la «voz tenue y queda» de la conciencia, impulsándonos a un vivir más elevado y menos egoísta, emitiendo una rápida advertencia cuando nos desviamos del estricto sendero de la rectitud. Luego es conocida como la Voz del Silencio, la palabra que llega, el «Verbo encarnado», nosotros mismos. Cada uno es un Verbo hecho carne. Después lo denominados intuición despierta. Quien estudia meditación aprende a diferenciar con exactitud estos tres. Este requisito exige, por lo tanto, obediencia implícita, que el aspirante presta rápidamente a los impulsos superiores que puede registrar en todo momento y a cualquier precio. Cuando se presta obediencia a esto, desciende del alma un raudal de luz y conocimiento. Cristo lo señala en las palabras: «Si uno cumple Su voluntad sabrá…» (Jn. 7:17). (Djwhal Khul (Alice A. Bailey). Del Intelecto a la Intuición, Editorial Sirio, Capítulo V, página 84.)
No sirven de nada estos textos sin el discernimiento meditativo reposado y la comparación inteligente de los tres, viendo su sentido profundo y su posibilidad de realización en nuestras vidas.
Meditar, dejar en reposo y en silencio la conciencia, es algo que se debe aprender, y que no siempre se consigue. Yo he intentado alguna vez estar en silencio, relajada, sin pensar en nada, pero me resulta algo dificil, porque la mente siempre está despierta y nunca descansa, ni siquiera cuando estamos dormidos, que trabaja con el sueño.
Saludos.
Gracias por el comentario, María.
En efecto, se debe aprender y es muy difícil este aprendizaje. Por comentar algo de esta dificultad, sólo decir que Carlos Castaneda habla de años de aprendizaje realizando ejercicios como caminar con cierta posición especial de los ojos desenfocando la mirada sobre la panorámica del horizonte o bien observar sombras como también observar hojas secas caídas al suelo en el campo sin pensar en nada, etc.
En la meditación zen se puede uno ayudar de la posición, sentados con la columna erguida y las piernas en cierta posición (loto, por ejemplo), mirando al frente a la pared en un punto y con respiración suave. Se le llama la sentada silenciosa en la cual los pensamientos fluyen pero ni se los sigue ni se los reprime. Aunque respecto de los pensamientos hay alguna otra variante en el zen.
En Krishnamurti, se siguen los pensamientos suavemente sin identificarse con ellos y que éstos se desarrollen, conociéndonos a nosotros mismos poco a poco (el observador) sin represión y sin identificación pasional ni forzamientos mentales.
En fin, en el Cuarto Camino de Gurdjieff y Ouspensky existen también diversos ejercicios como el de stop y otros, aunque todo el Trabajo tiende a este fin ascendiendo a los Centros superiores Mental y Emocional.
En general, en la vida, sabes que la paciencia, la humildad, el pensar y discriminar tranquilamente y con amor compasivo todo lo que nos ocurre u observamos tiende también a este vacío interior para que fluya la comprensión y felcididad superiores. Esto no quiere decir estar pasivos y no hacer nada en la vida, sino al revés.
Saludos.
Me parece muy interesante todo lo que me cuentas en tu comentario, sobre todo, lo relacionado con la meditación zen, siempre me pareció algo misterioso e interesante.
Muchas gracias por esta sabiduría que me transmites, me gusta conocer, y aprender.
Un saludo.
La meditación es la base de la vida, sin ella estamos perdidos.
No se trata de dejar la mente en blanco…
Los pensamientos van y vienen, solamente hay que proyectarse sin proyección a que vayan pasando sin atención permanente
La meditación es la atención en cada acto del presente con armonía, sin que el te aprisione.
Muy buen texto Juan, queda poco por decir y no repetirse.
Gracias.
Gracias por el comentario, Olga. «La meditación es la base de la vida»; «La meditación es la atención en cada acto del presente con armonía…».
Muy exactas y bonitas definiciones.
Un abrazo.
Gracias por el comentario, María.
En efecto, la meditación es «algo misterioso e interesante.» Quizás por mucho que digamos de ella no se puede ir más allá; sólo que este misterio de la meditación nos vaya haciendo más ricos interiormente con las sugerencias que el Yo superior o alma nos va dando mientras meditamos.
Un saludo.