Hombre celeste y hombre terrestre

La historia de la situación corrompida, caída, del hombre se pierde en la noche de los milenios. Nos ha llegado a través de tradiciones arcanas, símbolos y mitos que, sin embargo, encierran una gran verdad: La verdad de la regeneración necesaria para la liberación, para la creación del cuerpo de luz nombrado en todas las tradiciones de forma directa o alegórica.

Es la misma verdad del hombre terrestre, egoísta, material frente al hombre celeste, divino, perfecto en virtud, conocimiento, autodominio, perseverancia, piedad, amor al prójimo y amor, tal como veíamos en el artículo anterior.

De nuevo un texto de Jan van Rijckenborgh no exento de dificultades para ser comprendido.

De nuevo la gran verdad,  que la comprensión sólo surgirá de un trabajo iluminador del corazón y de la práctica vital de la Sabiduría Universal.

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«Nuestro microcosmos es un universo reducido. Y el sol central, el sol invisible de nuestro sistema microcósmico, es el Espíritu. De este sol central salieron, en el pre-pasado, creaciones conformes al Plan divino. A una de estas creaciones la llamamos el Hombre Celeste.

Desde un punto de vista astrosófico, este Hombre Celeste estaba constituido por un sol primordial con dos aspectos, sol y luna, y cinco planetas. Este séptuple sistema poseía un foco espiritual, una radiación de luz igualmente séptuple, y una forma aparente, un aspecto material glorioso, también de carácter séptuple. Así es la imagen del Hombre celeste, imagen descrita también en el Apocalipsis: «Un ángel que tiene siete estrellas en la mano derecha», prueba de que las influencias planetarias han sido dominadas de la justa manera.

En un momento dado del lejano pasado, emanó del sol central microcósmico una criatura profana que corrompió el sistema microcósmico entero, volviéndolo así impío.

El hombre celeste fue obligado a actuar, a vivir experimentalmente, fuera del Plan universal.

Ahora bien el Hombre celeste era un Espíritu poderoso y si esta manifestación se hubiera mantenido, habría provocado grandes desastres en el macrocosmos. Por ello fue neutralizado por intervención divina. Poco a poco se apagó y fue forzado a manifestarse por medio de tres nuevos círculos séptuples, adaptados a la creación impía. El hombre dialéctico es el resultado de todo ello, el cual no es ni siquiera la sombra del Hombre Original, y cuyo radio de acción se encuentra completamente reducido. Prisionero del campo de vida dialéctico, prisionero en un cierto estrato terrestre, únicamente conserva una fracción de la libertad original: la libertad de hundirse más profundamente o de regenerarse.»

Jan van Rijckenborgh, El Vestido de Luz del Hombre nuevo; página 5.

4 comentarios en “Hombre celeste y hombre terrestre

  1. Es necesario morir para volver a resurgir, para regenerarnos, para llenarnos de luz y de sentimientos positivos que no ennegrezcan ni perturban el alma.

    Interesante todo lo que contienen tus entradas, siempre me voy con buen sabor de esencia, amigo Juan, gracias por compartir estos textos.

    Un beso.

  2. Gracias.

    La meta está en unificar ese cuerpo terrestre con el Sagrado para así manifestarse la Verdadera Naturaleza de ese Sol del que todos nacimos desnudos.

    Un abrazo.

  3. Gracias, Olga.

    En efecto, es el cuerpo terrestre el que se resiste y, sin embargo, lo necesitamos para realizar el cuerpo de luz proveniente del Sol Sagrado.

    Un abrazo.

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